Debe la noche pasar
para poder ver el sol,
tiene la gracia de perdonar
quien ha pedido perdón – Jorge Rojas.
¿Quién no comienza a extrañar un abrazo o apretón de manos?.
¿Quién no clama al universo, a Dios y al supremo virus contemporáneo, para que este último abandone su reinado y otorgue paz a la humanidad?
¿Quién, de tantos que justifican su ausencia en el hogar de mil maneras, dejará de apreciar el valor de un lugar tan especial, ocupado por aquellas personas que componen ese núcleo afectivo vital, a las que denominamos “familia”?
¿Quién, de entre jóvenes principalmente, dedicados a desocupar gran parte del tiempo utilizando celulares, no hallaran en éstos artefactos siniestros el hartazgo, el aburrimiento, producto de su excesivo uso?
¿Quién, no se beneficiará con el cambio climático que devendrá de este impás?
¿Quién, hoy carecerá de tiempo para meditar, para realizar una introspección ineludible y cambiar de rumbo y hábitos, por el bienestar propio y ajeno?
El Arca de Noe, en que se convirtió cada uno de nuestros hogares, navegará aislada por un tiempo para darnos la oportunidad de observar el interior humano personal, pues el externo ya no nos pertenece. Parafraseando a Claudio María Domínguez, en un programa radial cuyo tema fue “Ante la pérdida de un hijo”, su clara explicación fue: “… y eligieron ser ellos, encarnar por un tiempito, porque había que disparar el brutal crecimiento de una familia, de todos los que estaban involucrados en esa situación….”
Debe la noche pasar, para poder ver el sol. Sin noche no habría sol ni vida, todo se extinguiría. La naturaleza y Dios, que hasta la rotación de la tierra contempló, contempló también las pandemias que a diferencia del hombre, no discriminan potencias ni clase social alguna, oficiando de maestras para quienes quieren escuchar y aprender. Bajo el principio incuestionable de la causalidad: Todo, absolutamente TODO tiene un por qué.
Aldo Cristian Alí
50 años
Abogado
Ciudad de Córdoba, Argentina
