Días interminables, rutinarios, oscuros. El encierro lo confundía, aunque el ambiente era tibio, acogedor. Las paredes se estrechaban cada vez más pues su cuerpo crecía. Casi no podía moverse. Estaba encogido, entumecido. Debía tomar una decisión con rapidez. Golpeó repetidamente hasta que sintió que el muro cedía. Recibió un ligero soplo. El aire lo reanimaba. Fue ampliando la abertura hasta que su cuerpo logró salir. Intentó gritar y el sonido emitido fue: pío, pío.
Elma Sueldo
64 años
Docente jubilada (profesora de Castellano, Literatura e Historia)
Cruz del Eje, Córdoba, Argentina