Varada en Chivilcoy desde el 15 de marzo después de un maravilloso viaje a Patagonia, la cuarentena preventiva y obligatoria nos tomó de sorpresa (a mi amor y a mí ) sin posibilidad de regresar a mi domicilio en Córdoba. Con el mejor espíritu de hacer las cosas como estamos convencidos que tenemos que hacerlas, decidimos fluir con la situación. No sin dejar de pensar en mi madre, mi perrita, mi hermana y sobrinos, decidí ser como el agua y adaptarme a lo que el día a día me trajera.
De nada servía, ni sirve, la angustia, el desconsuelo, la incertidumbre. ¿Para qué si con ello no solucionamos nada? Fue así que, además de un encuentro más intenso con mi ser interior, comencé a dedicarle más tiempo a las cosas que me apasionan.
No tengo tiempo para aburrirme o deprimirme y si en algún momento me sucede -de ahí la foto con la tormenta ennegreciendo el cielo- escribo, leo, tejo, hago meditación, pinto mandalas y cuando puedo, aquí en Chivilcoy salgo a fotografíar.
Las fotos las tomé en algunas calles, en las plazas, soy yo misma el primer día que usé el barbijo, mi pareja viniendo de hacer un mandado, en fin, un pequeño testimonio de este tiempo que una vez superado nos habrá enseñado mucho.
Para mí esta es una oportunidad de renovación, es una invitación al silencio, silencio que se escucha en las calles y en la gente que se comunica con la mirada detrás de los barbijos.
Ahora, al detenernos tenemos el tiempo para reencontrarnos con nosotros mismos y/ o con quienes están junto a nosotros.
Este es un tiempo de sanar internamente, así como al detenernos el planeta va mostrándonos algunos signos de cuánto necesitaba que parásemos para que él ( nuestro planeta) pudiera recuperarse del daño que le causamos.
En esta quietud que no es inacción, porque dentro nuestro algo sigue moviéndose en busca de respuestas, de serenidad, de calma, vamos tallándonos día a día como una pieza de cerámica moldeada poco a poco por nuestras manos.
Este es el momento de SER en plenitud y también de agradecer por los milagros cotidianos que con las corridas en las que estábamos inmersos antes de que el virus parara el mundo, nos pasaban desapercibidos.
Es el momento de valorar cada instante como si fuese el último, pero de valorarlo en serio, si miedo , con la certeza que también después de esto el arcoíris saldrá a saludarnos y la lluvia abrirá nuevos caminos.
Si aceptamos esta invitación al silencio que la vida nos está haciendo a través de este virus y seguimos reinventándonos y reconstruyéndonos, cuando acabemos de moldear la arcilla de la estamos hechos seremos testigos del maravilloso milagro que somos.
Varada en Chivilcoy desde el 15 de marzo y con el corazón latiendo fuerte por regresar a nuestra Còrdoba.
Julia Guzmán
63 años
Poeta, escritora de haiku (poesía japonesa), fotógrafa amateur.
Profesora de lengua y literatura inglesa jubilada.
Córdoba, Argentina.