Sexta semana sin pisar la calle. He recurrido a las rutinas (como vi hacerlo a mis padres), para cruzar la monotonía en la que ahora navego, sin perder el rumbo. Cada hora tiene una actividad asignada: acostarme, levantarme, alimentos, baño, ejercicios, lectura. Las video llamadas son ahora una actividad cotidiana. Reviso y selecciono las noticias, discrimino lo excesivamente alarmante, intento llegar a cada puerto puntualmente, como un gran crucero cuyo itinerario está trazado minuciosamente desde antes de zarpar.
Así, voy de la cama, al baño, a la cafetera francesa, a contestar los mensajes matutinos y a vestirme con ropa adecuada para trabajar en el jardín. Aplico el protector solar, un sombrero, guantes, y me doy cuenta que me veo idéntica a esos personajes tantas veces vistos en películas: mujeres mayores, con el atuendo que ahora porto, trabajando en sus jardines, en sus invernaderos, cultivando hortalizas o flores (eso es lo de menos), el propósito no son los productos, si no entretener la vida, sentirse útil y palpar la tierra, ir descifrando su color, su textura, sus llamados. Ese personaje de película, lo encarno ahora. Pronto, estas mujeres y yo, yaceremos bajo ella y es una manera de irnos aproximando.
Cambio amorosamente las plantas de una a otra maceta, peino sus raíces, retiro con dulzura las malas hierbas, aspiro su frescura, su verdor. Saludo a los nuevos brotes, -esta primavera se han empeñado en ser abundantes-. Hablo con tres pequeños pinos que han sobrevivido a dos trasplantes y a una lluvia de mortero que casi ahoga sus agujas. Les invito a seguir vivos, a no dejar de luchar y les digo que son bellos, crecerán y serán altos, robustos.
Les riego con generosidad, les quito los bodoques de mezcla fraguada entre sus ramas, los abrazo, me recreo en la grandeza de su olor. Indudablemente me han escuchado: las hojas, secas hace unas semanas, en su parte inferior, pegada al tallo, han reverdecido. ¡Me da tanta alegría! Pero más importante es que me llenan de esperanza: la vida surge y se renueva aun a punto de morir, la condición es que haya alguien que nos aliente a seguir viviendo.
Lilia Cenobia Ramírez Carrera (Lilitt Tagle)
71 años
Orizaba, Veracruz, México
Poeta y narradora