Ningún régimen comunista llegó al poder por elecciones libres. Los más conspicuos de la historia se entronizaron como consecuencia de una revolución en contra de algún gobierno o régimen autocrático.
Considerados de modo cronológico, el régimen soviético (1917/1989) instaurado por la revolución bolchevique surgió del derrocamiento de la monarquía despótica de los zares de Rusia; el comunismo chino (1949/…) se gestó a partir de Mao Tse Tung y su revolución al férreo régimen imperial y, para concluir con los ejemplos, el régimen comunista cubano (1959/…) se encaramó al poder a través del derrocamiento revolucionario de la dictadura corrupta de Fulgencio Batista.
A partir de esas revoluciones supuestamente liberadoras, se instalaron gobiernos que perduraron o aún perduran, luego de varias décadas. Todos esos regímenes han tenido como rasgos comunes la supresión de las libertades individuales y la hegemonía política derivada del sistema de partido único, apoyados en un severo control de alineamiento ideológico por parte del Estado, per se o a través de grupos paramilitares del pueblo, también colectados, dirigidos y controlados por el Estado.
Sin embargo, esos rasgos por si solos no explican la longeva supervivencia de esos regímenes puesto que, tarde o temprano, esos pueblos oprimidos hubieran terminado derrocándolos.
La clave de la permanencia del comunismo está en la apropiación por parte del Estado de los medios de producción, en consonancia con la abolición de la propiedad privada. Esto es: cuando el Estado se apropia de todo y todos los ciudadanos viven de la retribución o de la dádiva del Estado porque nada es de ellos, la posibilidad de derribar un régimen comunista es casi nula.
En Argentina los regímenes comunistas no han prosperado. Los intentos de la guerrilla revolucionaria de la década de 70, bien o mal, fueron sofocados. Además, los partidos filocomunistas locales jamás superaron el dígito porcentual en elecciones libres. Es que Argentina jamás ha tenido, ni tiene, vocación por el comunismo. No está en la idiosincrasia de su pueblo la supresión de las libertades individuales, ni el sistema de partido único, como tampoco la eliminación de la propiedad privada.
No obstante, nuestro país atraviesa excepcionales circunstancias que podrían conducirlo al conato comunista, de la mano de un partido gobernante cuya ideología se insinúa en esa dirección.
En efecto, la situación particular que se ha gestado a partir de la pandemia por el Covid-19, con el aislamiento social obligatorio o “cuarentena”, impuesta y sostenida más allá de toda racionalidad por el Poder Ejecutivo Nacional, han determinado una severa limitación y contundente caída de la actividad productiva privada. Esas medidas han agravado hasta lo inimaginable una situación económica preexistente, con años de recesión y altísima inflación originada, esencialmente, por la expansión descontrolada del gasto público en permanente incremento. Y en ese contexto la incidencia del Estado en la vida de los argentinos es cada vez mayor y va en aumento.
Hoy los únicos habitantes de la Nación que pueden aspirar a sobrevivir o a mantener su nivel de vida son los que reciben recursos económicos provenientes del Estado, sea porque ostentan un empleo público o perciben de él beneficios previsionales, o porque reciben subsidios o ayudas estatales, regulares o excepcionales. Y para afrontar el descomunal gasto que ello presupone, el Estado no trepida en emitir dinero descontroladamente, haciendo girar cada día a mayor velocidad la rueda de la desvalorización de nuestra moneda, lo que, más temprano que tarde, se convertirá en más y más inflación, hasta llegar a la temida hiperinflación. Para colmo de males, nuestro país de hecho ha ingresado en default; esto, por más que se pretenda maquillar la situación con propuestas irrisorias rápidamente repudiadas por los acreedores internacionales.
Mientras tanto, los particulares y las empresas privadas, sobre todo las pequeñas y medianas, que no están en la cadena de producción de alimentos u otras actividades exceptuadas de la cuarentena o que viven del Estado, languidecen y se enfilan derechamente a una pronta bancarrota.
Frente a esto, como convidado de piedra, uno se pregunta: ¿qué sucederá cuando ello inevitablemente ocurra…?
Y la respuesta que surge espontáneamente es que aquellas empresas del sector privado fundidas y quebradas, si es que se quiere mantener las fuentes de trabajo de su personal, deberían ser absorbidas por el Estado; y, en ese caso, compradas con el “papel pintado” que se produce a raudales desde la Casa de la Moneda.
Con ello, el Estado terminará de apropiarse de los medios de producción y la posibilidad del pueblo de encaramarse en contra del aparato estatal habrá desaparecido.
¿Inverosímil…? Veamos algunos indicios:
Comenzando por la cruzada del dirigente social Juan Grabois, con pretendida y nunca desmentida llegada al Vaticano, que desde tiempo atrás viene reclamando expropiaciones de supuestos latifundios para ser distribuidos entre los movimientos que dice representar, hace unas semanas la diputada ultra K Fernanda Vallejos propuso que las empresas asistidas por el Estado en el marco de la pandemia devuelvan al Estado la asistencia con acciones de esas mismas empresas (primer paso hacia la estatización). En torno a ese proyecto, es dudoso en extremo que la diputada haya actuado por propia iniciativa.
Más reciente y concretamente aún, la clínica San Carlos de la localidad de Escobar, en el conurbano bonaerense, con la excusa de contagios de Covid-19 y la muerte de una médica, fue estatizada y será reabierta como “Hospital Kirchner”.
¿Aún inverosímil…?
Al principio de la cuarentena ingresaron al país 450 médicos cubanos so pretexto de ayuda humanitaria. De allí en más jamás se supo de sus actividades sanitarias. Al respecto: ¿para qué médicos extranjeros –precisamente cubanos- si en nuestro país no faltan médicos y los que existen en abundancia están altamente capacitados…? ¿Serán médicos los cubanos “humanitarios” arribados repentinamente o formarán parte del contingente de instructores militares que junto a militares venezolanos fueron fotografiados, vestidos de fajina, en tierras de la comunidad indígena Quom en el Chaco…? ¿Qué son esas fotografías, de alta circulación por las redes y no desmentidas, que también captaron al gobernador Capitanich como anfitrión…?
¿No será acaso que se están formando e instruyendo las milicias populares para sofocar cualquier intento de golpe o levantamiento de los disidentes democráticos, cuando llegue el momento de suprimir las libertades individuales y la propiedad privada, en camino al régimen de partido único…?
El futuro develará tales interrogantes, pero queda flotando la incógnita de si la Argentina no está marchando rumbo al comunismo. Por ahora, sólo queda como esperanza el beneficio de una duda cada vez más tenue.-
Carlos Fernando Arrigoni
66 años
Abogado
Córdoba, Argentina
Abogado en ejercicio (43 años ininterrumpidos). He desempeñado diversas funciones públicas estatales (Director del Registro General de la Provincia; Director Jurídico del Ersep; Procurador del Tesoro de la Provincia) y no estatales (Presidente del Tribunal de Disciplina de Abogados de la Provincia de Córdoba durante tres períodos consecutivos – 1993/1999). Autor del libro «PER ETHICAM AD IVSTITIAM (Por la ética hacia la justicia)» (Ed. Lerner, Noviembre de 2010). He dictado clases como profesor invitado en la cátedra de Ética de la Facultad de Derecho de la UCC. Actualmente imparto los cursos de ética y ejercicio profesional exigidos para el otorgamiento de la matrícula profesional a los nuevos abogados, en el Colegio de Abogados de Córdoba.