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Amor propio – María Georgina Zabala

 

 

Y ahí iba yo… corriendo, cumpliendo, dando, dando mucho más de lo que podía y de lo que quería…

Y en medio de mi carrera cotidiana, me sorprendió aquello a los que todos llamaban “Pandemia…”

Pero, aquello que se nombraba con tanto pesar, que a todos molestaba, yo la vivía diferente. Me sentía como una niña que no interpretaba la coherencia de su significado, por eso busqué en el diccionario y leí: Pandemia: “… enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región…”

Y en ese preciso momento, supe que la incoherencia que advertía, era producto de lo que estaba sucediendo muy dentro mío.

Lejos de sentir que me “ataca” y que “se extiende”, la percibía tan personal y amorosa, que me resultaba totalmente imposible, pensar en la posibilidad de que me causara algún daño.

Esta vez, alguien llamada “Pandemia” había advertido de mi presencia, pero no como aquél monstruo devorador y letal al que todos temían. Se acercaba a mí, en el momento apropiado, donde mi inconsciencia y falta de amor propio, dominaban mi pálida existencia.

Sutilmente secuestró mis movimientos rápidos y huidizos, hasta calmar y controlar, más allá de esa enérgica locomoción, mis latidos y respiración. Como si, impuestamente, un cartel de señalización vial, obligara a detenerme….

Y me encontré parada, pero, parada frente a un enorme vidrio en el que me reflejaba y más aún, en el que me podía ver y observar. 

Mágicamente en ese momento, pude salir desde muy adentro, de aquel cuerpo reflejado en el vidrio y advertir a una mujer cansada, agotada y sola…extremadamente sola… Sonriente, activa y dispuesta, con lágrimas a punto de brotar de sus ojos; rodeada de personas que permanentemente tendían sus brazos, sus manos, expresando sus necesidades de ayuda y…

Sentí mucha, mucha empatía y me acerqué tanto hasta que pude abrazarla y maravillosamente ella me abrazó.

Entonces, luego de descubrir mutuamente nuestras presencias, nuestras energías, nos atrevimos a transitar nuevos espacios, aquellos propicios para conversar, imaginar, soñar, intuir, crear, transformar, reparar y crecer. Liberamos también nuestros más íntimos sentimientos y sus consecuentes emociones, todo aquello que nos definen, quienes somos hoy.

Lloramos de tristeza y de alegría, reímos de felicidad e ironía; gritamos fuerte, tan fuerte que aliviamos broncas, hasta ira y descubrimos los maravillosos sonidos de nuestras voces.

Compartimos una y otra vez, pequeños y grandes momentos vividos y los deseados por vivir y descubrimos que juntas repasábamos una vida, su vida y mi vida, simplemente nuestra vida.

Y otra vez más me sentí confundida, pensaba yo, o era ella; sentía yo, o era ella; ¿aprendía yo, o ella…?

En ese momento, un gran silencio comenzó a envolvernos y ambas pudimos mirarnos a los ojos y tomar conciencia de que éramos una sola.

Cada una, era para la otra, aquella Amiga, Hermana, Mujer con la que siempre soñó… y decidimos unánimemente, regalarnos más y mejor tiempo, las más sinceras y auténticas reflexiones, el descubrimiento de los aprendizajes más reveladores, las aperturas que ofrece la oportunidad de mirarnos a través de diferentes perspectivas.

No solo ella, sino que ambas, descubrimos lo que es el Amor… y lo que es Amar… y por primera vez, cuanto merecemos ser Amadas.. 

SIMPLE Y DEFINITIVAMENTE, AMARNOS…

Y cuando pase esto, esto tan maravilloso a los que algunos llaman Pandemia y nosotras decidimos llamar Amor Propio, espero seguir mirando y admirando, a esa hermosa mujer que descubrí y que hoy sé y siento que es la Reina de Mi Vida:  YO.-

 

María Georgina Zabala

Coach Ontológico Profesional UNC
Docente Administrativa
51 años
Córdoba, Argentina

 

 Fotografía: Christine SponchiaPixabay

 

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