Skip links

Lo que la muerte de Rodrigo me enseñó – Lucía Coral

El otro día tuve un sueño…

Vi morir a Rodrigo y vi la muerte en los ojos de Rodrigo. Él era estoico con su más de metro ochenta, su mirada dura y su cara que no dejaba ver ningún rasgo que denote emoción, su aura era casi impenetrable, a pesar de ser un hombre común y corriente, su piel parecía la de un elefante. Había algo incómodo de estar en su presencia. Yo me preguntaba en el sueño ¿qué le pasa a este hombre? Y pensaba ¡hay algo raro en él!

No sé en qué lugar estaba, caminaba impaciente de un lado a otro, tenía que esperar por algo y yo solo lo observaba desde lejos sin decidir si acercarme. Era evidente que esperar y estar en pausa lo incomodaba. Me daba la impresión de que ya estaba en espera desde hace mucho tiempo.

En un instante se detuvo, abrió los ojos exageradamente, y su rostro se desencajó, su quijada se retorció hacia un lado y cayó; en un momento su expresión quedó vacía, parecía que el alma de Rodrigo había salido de allí, pero un segundo antes de caer en su mirada había terror.

Fue impactante y angustiante presenciar su caída, él era tan grande y confiado de sí como si no supiera que lo que esperaba con tanta impaciencia y ansiedad era la Muerte. Me estremecí de ver a ese gran hombre fuerte y duro desde su mirada hasta el último músculo, convertirse en un instante en un niño aterrorizado, y luego tendido en el suelo, en un cuerpo débil con el aspecto de un anciano. Vi el cambio en su aspecto, parecía haber envejecido súbitamente como para lograr encontrar el momento en que esperaba morir. De pronto me sentí conmovida hasta las lágrimas y me invadió una profunda tristeza y sentí el despertar de la piedad en mí. Aún tengo registrada la imagen cuando hasta el último de sus latidos él estaba ahí presente, y en un instante todo en él se detuvo y su existencia cesó. Aun soñaba recordando su mirada cuando su alma aún estaba ahí, sentí que ojalá hubiera estado a su lado sosteniendo su mano, diciéndole que no está solo, que no hace falta sentir terror, que sin importar ser dos desconocidos podía entender que era un experiencia dolorosa y aterrorizante, que si en algo podría aliviar saberse sostenido sepa que allí estoy, que si moría no estaría solo…

 

Ahora, cada vez que recuerdo el sueño, recuerdo la imagen de sus ojos cuando la muerte llegó, sus pupilas totalmente dilatadas como un túnel; un gran agujero como captando la inmensidad, dejándose apoderar de lo inconmensurable, la expresión congelada de terror en su rostro como conteniendo la energía de un grito. Entendí que alguien como él no se imaginaba que podría morir, y en ese instante él no quería morir, aunque no pudiera hacer nada al respecto. El gran Rodrigo un segundo antes de desaparecer era como un niño entristecido y asustado que no quería morir.

Luego de ese sueño comencé a pensar en el terror que percibí en Rodrigo, me di cuenta de que los temidos monstruos Covid y Cuarentena me dan miedo y me enseñaron a pausar, esperar y a reconocer mis emociones. El miedo hace que me sienta mareada, paralizada y sin apetito, al principio no sabía qué era lo que me pasaba, luego recordé que es miedo. Había olvidado el miedo, tal vez porque sintiendo miedo me conecté con una sensación de soledad profunda y creo que es la primera vez que vuelvo a entrar en contacto con esa intensidad. Poco a poco fui recordando sentir el miedo y descubrí que siento vergüenza de sentirlo, como sentir vergüenza de ser como un niño atemorizado. Así que aprendí a pausar, esperar y respirar esas emociones profundas que me marean al sentirme como un niño que no sabe qué hacer cuando se siente perdido. Entendí que tratar con compasión el miedo de un niño es una muestra de amor, así que aprendí a tratar con amor a mi miedo y el de los otros.

Pensando en todo esto recordé que Elizabeth Kübler Ross decía que solo existen dos miedos reales, el miedo a caerse y el miedo al ruido; de eso entiendo que el miedo tiene un estímulo y cuando es físico o mecánico es un miedo real como un ruido súbito o pisar mal una grada, y todo lo demás es producto de la mente. Así los monstruos Covid y Cuarentena me enseñaron a bucear en el contenido de mi mente con la esperanza de entender mejor al miedo.

Algunos miedos son a enfrentar la posibilidad de las pérdidas, en ellas aparece la muerte como algo concreto, puede ser la muerte de seres queridos, también la muerte de las propias identidades y egos, la muerte de vínculos, o la misma muerte como el fin de la vida por la enfermedad.

Ese gran símbolo es un contenido mental de dimensiones insospechadas, y en este tiempo de pandemia aparece casi como el único monstruo real del Covid-19.  Hoy ese miedo nos atraviesa a todos y cada vez es más evidente, tal es así que nos estamos olvidando como abrazar.

Ahora cuando escucho hablar de miedo me dispongo a esperar, porque cuando alguien te habla de su miedo, en algún momento va a darse cuenta de su verdad última; y en algún momento en contacto con sus miedos va a ver con claridad la muerte como una posibilidad.

Lucía Coral

40 años

Encontré el camino del desarrollo personal, coaching y terapia transpersonal, lo que me incentivó a estudiar psicología. Actualmente trabajo con médicos naturópatas y asesoro a pacientes en salud biológica, consciencia corporal, meditación, soy acompañante en duelo al final de la vida.

Ecuador

 

 

Publicada en Plan V, bajo el título «¿Qué siento en esta pandemia? Tres mujeres responden». https://www.planv.com.ec/historias/experiencias/que-siento-esta-pandemia-tres-mujeres-responden?fbclid=IwAR0wcXBcIuEXYM9tIJxZj5nCbeBgGnWnfnyT3_IqoHF9IzMQEkDDlVnPBAA (8 de junio de 2020).

 

Ilustración: Luis Argüello, publicada en Plan V

Foto de portada de Fiona Art en Pexels

 

Dejar un comentario