Al igual que un tsunami que sabíamos que iba a llegar pero no sabíamos cómo iba a hacerlo, el COVID 19 entró por el Aeropuerto de Ezeiza y se instaló en la vida de todos y cada uno de nosotros. Lo hizo sin respetar a nada ni nadie y parece que no será fácil luchar contra él.
Dijo presente en nuestras vidas en Brasil cuando, por su culpa, las compañías aéreas comenzaron a reprogramar sus vuelos sometiendo a cientos de miles de compatriotas a largas horas/días de incertidumbre, nervios e impotencia. Volver al país, que ya había cerrado su espacio aéreo, fue el primer desafío al que COVID nos enfrentó y que, felizmente, pudimos sortear no sin pagar una elevadísima cuota de angustia antes de conseguir un asiento para el regreso a casa.
Ello sucedió, exactamente, el viernes 20 de marzo cuando un vuelo de Aerolíneas Argentinas nos depositó en Ezeiza en horas de la tarde, y ya con el país parado, con sus habitantes confinados y sin transporte público. Un remise que apareció como por arte de magia nos acercó a nuestra casa en Villa Carlos Paz donde comenzamos este encierro que, con algunos cambios, todavía se mantiene.
Estas postales son una muestra pequeña, por cierto, de algunos momentos que ya son parte de nuestra vida por designio de COVID.
Un escenario vacio
Ezeiza, con todos sus negocios cerrados y apenas un puñado de trabajadores recibiendo los vuelos que todavía llegaban a la Argentina, fue la postal que anticipó el país que veríamos a partir de allí
Aeroparque, una esperanza
El aeropuerto que alberga la mayoría de los vuelos de cabotaje fue otra imagen impactante. Cientos de argentinos del interior fueron allí a buscar el último tramo para llegar a casa. No lo consiguieron.
Una Declaración Jurada salvadora
Una DDJJ que completamos en el vuelo fue nuestro salvoconducto para poder llegar, vía terrestre en un auto de alquiler, a nuestro destino. Con ella pudimos sortear severos y desconsiderados controles de las policías provinciales.
En casa, por fin
El sábado 20 de marzo amanecimos en nuestra casa. Fue una tremenda sensación de alivio. Aquí cumpliríamos la cuarenta obligatoria y desde aquí seguiríamos, vía teléfónica, la vida de nuestros afectos y la marcha de la pandemia.
Domingo de asadito
Primer domingo de cuarentena cumpliendo con el ritual y estrenando el barbijo que, a partir de ese día, se convertiría en un socio imprescindible de nuestras vidas.
Un cumple distinto
Por primera vez, desde hace décadas, mi cumpleaños no tuvo el calor de la familia rodeando la mesa. Esta vez, las voces y las imágenes fueron los actores principales de ese particular miércoles 1 de abril.
Volver a la calle
El sábado 4 de abril, tras la cuarentena obligatoria, volví a las calles de mi barrio a buscar alimentos. La soledad y el silencio de ese paisaje único que brinda el río San Antonio, hicieron de esa salida un momento irrepetible.
A Córdoba
El lunes 6, por estrictas razones laborales y con el permiso correspondiente viajé a Córdoba en transporte público. Otra experiencia movilizadora. Fue triste, muy triste, ver a la ciudad semidesierta y cerrada.
La soledad de Salzano
El escritor que más palabras le dedicó a su amada ciudad de Córdoba, está solo en su silla del Café Sorocabana. La pandemia todavía no le ha permitido a Daniel Salzano volver a compartir su café con los cordobeses que no lo olvidan.
Pepe Segura
64 años
Periodista
Carlos Paz, Córdoba, Argentina