La mayoría de las personas que salimos a trabajar, postergamos muchas tareas para cuando se pueda. Y eso tarda o casi nunca llega. Las razones podrían ser interminables.
Tome la cuarentena como una oportunidad de ponerme al día con varios pendientes como trabajos de investigación, placard y mi hobby mayor: la huerta y jardinería. Al principio – como toda novedad – lleno de empuje y voluntad. Al paso de los días iban decayendo un poco aunque me proponía seguir como el primer día. Las reuniones por zoom, Skype, Jitsi, Meet y otras vías colaboraban a mermar la gran necesidad de sentir el abrazo y las caricias de las personas queridas.
Llevo casi 35 años lejos de mi hogar primero, ese desarraigo me llevo a creer que como el alejamiento y la distancia son moneda común en mi vida, esta vez no sería la excepción. Pero no es así. Cambiar abruptamente las costumbres de toda la vida lleva a repensar nuestras costumbres y vivencias, a analizar si los cambios y la tecnología que hemos agregado a nuestras vidas valen o solo merma la parte humana y pasional que ya nos dimos cuenta valen mucho y es insustituible.
COVID 19 me obligo a quedarme en casa, me hizo repensar formas de estar cerca de las personas que antes tenía a mano y que por otras obligaciones postergaba.
Mi vida no puede volver a ser la misma, los abrazos y mimos siempre tuvieron un valor especial, pero lo pongo casi en primer plano. Las visitas y los cafés con amigues no pasarán ya a cuando se pueda y finalmente la solidaridad que presencie en esta pandemia intentaré transformar como estilo de vida e instar a los demás a seguir manteniendo. Nunca presencie tanto desprendimiento. Soy medianamente nueva en mi barrio y generalmente por mis actividades sociales conozco a la mayoría, pero me di cuenta que casi nunca llegue a la casa de mis vecinos, que no me preocupe en conocer más a cada familia con quienes trabajo tanto en las mejoras de nuestro barrio como en sus problemáticas diarias y sobre todo que viví corriendo y a los saltos sin mirar directamente a los ojos de las personas, que creo no es lo ideal para mi vida ni para nadie.
Este virus sembró temor, pánico, angustia y sobre todo distanciamiento pero también nos ayuda valorar lo que realmente importa: Las relaciones humanas.
Marta Guerreño López
53 años
Médica, presidenta de la Unión de Colectividades de Inmigrantes de Córdoba (Ucic)
Oriunda de Paraguay, residente en Córdoba, Argentina.