Pandemia. Terrible palabra que sacudió todo el planeta. Que nos hizo comprender que compartimos un solo hogar común, que somos todos iguales en el dolor, en la impaciencia, en el temor. Que cuando termine, nos habrá marcado un antes y un después.
Entonces, mientras dure este tiempo de clausura, miremos hacia nuestro interior; aprovechemos para conocernos mejor, para hacer muchas cosas que antes postergábamos por falta de tiempo. Apreciemos el valor y la belleza de las pequeñas cosas; esas que siempre han estado ahí y que aún no habíamos visto. Tomemos conciencia de que necesitamos comprendernos más, tolerarnos más, amarnos más.
Yo, que tengo 84 años, me di cuenta de que no tenía en cuenta, valga la repetición, el valor del tiempo, y cómo, a veces, lo perdía en menudencias y mezquindades, así como no advertía lo maravilloso que es tener a alguien a quien abrazar. Por eso ahora, dibujemos una sonrisa que consuele y contagie alegría; como dijo alguien “una sonrisa es una línea curva que endereza las cosas”. No perdamos la esperanza.
Todo esto pasará y nosotros saldremos más fortalecidos, más sabios, más humanos. Para finalizar, agrego un poema que escribí en 1989, pero que sintetiza todo lo expresado hasta aquí:
La vida no espera,
la vida se va,
entonces por eso,
¡vivámosla ya!
Que cada momento
nos llene las manos.
Que cada mirada
no sea en vano.
Que cada minuto
que marca el reloj,
se plasme en el alma
y en el corazón.
La vida no espera,
la vida se va.
El tiempo, tirano,
la lleva apurado
y ella nos grita al pasar:
“¡Por Dios! ¡No dejéis
que parta vacía!
¡Llenadme de instantes
de mucha poesía;
de bellos recuerdos
que hagan soñar,
para que siempre
sea la alegría
vuestra compañera
en cada despertar!”
La vida saluda,
ya pasa y se va.
La vida no espera.
¡Vivámosla ya!
Thelma Paula Cavigliasso, viuda de Zatti
Ama de Casa
84 años
Córdoba Capital, Argentina