Era mi oportunidad para participar de un programa de investigación en Roma. El tema del virus era aún en pasillos un problema lejano, oriental (fines de febrero del 2020). Los trámites para VISA de estudios en el consulado resultaron ser tan engorrosos que enfermé luego de finalizarlos (a días de comenzar el viaje). Se había establecido una fecha errónea debido a malentendidos, por lo que debí viajar un mes después.
El proceso de aplicación al proyecto de cooperación entre Argentina e Italia es complejo, me exigió comenzar a planear con más de seis meses de anticipación. En Italia la burocracia no disminuyó y por la cuarentena consecuentemente cerraron todas las oficinas de atención al público extranjero … al lunes de la siguiente semana, luego de haber terminado todos mis trámites de estadía.
Me mantenían aún esperanzado mis planes originales, en tres meses me acompañaría mi esposa. Recuerdo un viaje en tren dónde nos largamos a reír todos a bordo luego de voltear asustados al escuchar a alguien tosiendo en el fondo. El proceder consistía en mantenerse encerrado y trabajar con mi tutor virtualmente. A propósito evitaba consultar números de contagiados y muertos. Siempre añoré los apocalipsis cinematográficos, pero ahora que vivía uno prefería continuar normalmente mis actividades sin prestar mucha atención al fin del mundo.
En la mañana del día de mi cumpleaños tiembla, con lo que esto significa para mi siendo mendocino. La cuestión se tensó aún más con irregularidades en la Borsa di Studio, debido a que el gobierno tenía cosas más urgentes que atender. Recuerdo ver el despegue de la cápsula Dragón-2 con un amigo y sin un mango.
A esta altura ya se había cancelado el viaje de mi esposa y la situación no mejoraba en Argentina. Pero será ésta una más de entre tantas anécdotas.
Danilo Fernando Silva Griffouliere
30 años