La noche ostenta
sus diamantes nuevos.
Destellos de luna.
Misterio.
Calor.
Pandemia mediante,
el “Niño Dios” nace
plenas sus manitas,
esencia de amor.
Dulzura.
Alegría.
Fe.
Paz.
Y perdón.
Ecos de Navidad.
Milagro del Dios naciente.
Un virus lo desafía.
El corazón ensombrece.
Indiferente y airosa,
la vida igual amanece.
Lo celebran las estrellas
y lo veneran los reyes.
Algunos no quieren verle,
otros lo ven con dolor,
éstos, miran impasibles,
aquéllos, con desazón.
Mas,
pequeño,
pobre,
humilde,
Dios
hecho hombre,
lloró.
Solo, allí en el portal.
Su madre lo arrulla y besa.
Su padre rezando está.
Extraordinario regalo
de aquel que quiso salvarnos
hoy nos llena de esperanza
y nos reparte su don.
¿Qué tengo yo para darle?
Manos vacías.
Temores.
Incertidumbre.
Dolor.
Miseria.
Alcohol y barbijos.
Distancia.
Migas de amor.
Ese será mi pesebre.
Sencillo.
Pobre.
Invisible.
Por cuna, mi corazón.
27/12/2020
María Inés Ottaviano
62 años
Docente jubilada.
Miembro del Taller Literario «Voces»
Alberti, provincia de Buenos Aires